María & Alfonso soñaban con una boda pequeña y especial, con una ceremonia distinta y un ambiente muy acogedor. El primer reto fue encontrar una finca que no resultara excesiva para su lista y que ofreciera un lugar único para el “sí, quiero”: así dimos con Hacienda La Azuda, donde celebramos la ceremonia sobre un embarcadero, la copa de bienvenida en una plaza con fuente y esculturas clásicas, una cena con luz tenue muy íntima y la fiesta al aire libre, siempre con un plan B perfectamente coordinado.

El segundo desafío fue la decoración: trabajamos con una paleta natural de verde, blanco y blanco roto, acentuada con toques de maquillaje, y materiales cálidos como madera y pampas. El resultado fue un entorno elegante y sereno que reflejó a la perfección el deseo de los novios y dejó a todos impresionados.